Un día antes de perder la segunda vuelta de la elección presidencial chilena, el candidato conservador José Antonio Kast prometió bloquear lo que él llama una invasión de inmigrantes, una política contrastante con la de izquierdista y ganador, Gabriel Boric, quien dijo que como presidente de Chile pondría fin a las deportaciones de inmigrantes ilegales y brindará a los extranjeros un camino para legalizar su estatus.

La elección tuvo grandes implicaciones para las decenas de miles de haitianos que ahora viven en Chile después de huir de su país en los últimos años. También consecuencias para la administración Biden, que se vio abrumada en septiembre por la afluencia de haitianos en la frontera de Estados Unidos que habían abandonado Chile después de enfrentar condiciones hostiles.

El conservador Kast culpa a los migrantes por el crimen y propuso construir trincheras fronterizas para detener a los migrantes, incluso de Venezuela, y establecer una fuerza policial especial para deportar a los migrantes ilegales.

“Nuestro compromiso es claro: cerrar las fronteras y acelerar la expulsión de inmigrantes ilegales”, dijo en Twitter antes de perder la elección.

El sustento de inmigrantes haitianos como Laurent Odler se puso en vilo en la elección.

Entró como turista y obtuvo un permiso temporal hace cuatro años, cuando la entonces presidenta Michelle Bachelet abrió las puertas del país más próspero de América Latina a más de 200 mil haitianos, pero desde entonces él y muchos otros haitianos aquí no han podido obtener la residencia legal debido a que los requisitos se volvieron más rígidos con el sucesor, el presidente Sebastián Piñera, un empresario conservador que asumió el cargo en 2018.

Los migrantes que perdieron sus trabajos en la pandemia también descubrieron que no podían renovar su visa sin un contrato de trabajo. Muchos no pueden renovar sus documentos nacionales de identidad, esenciales para todo, desde alquilar un apartamento hasta abrir una cuenta bancaria. Mientras tanto, las actitudes públicas en Chile se han vuelto en contra de la migración, muestran las encuestas, y las leyes migratorias se han endurecido.

Eso dejó a Odler atascado trabajando sin papeles legales en una fábrica que produce abono, a la que culpa por sus problemas respiratorios debido a la falta de equipo de seguridad.

Por ahora, ha descartado irse de Chile a Estados Unidos después de ver a algunos de sus compatriotas embarcarse en una peligrosa travesía hacia el norte para quedarse en el limbo en México. Regresar a casa en Haití está fuera de discusión, ya que una de las naciones más empobrecidas del mundo se hunde aún más en el caos luego del asesinato del presidente en julio.

"Estoy atrapado", dijo Odler desde su casa en un barrio pobre en las afueras de Santiago.

Muchos haitianos que huyeron de su país en los años posteriores al terremoto de 2010 están ahora a la deriva en una región donde los gobiernos están endureciendo las políticas de inmigración. Brasil acogió a unos 150 mil haitianos entre 2015 y 2020 y también ha luchado por integrarlos, y muchos de ellos han venido a Chile.

Eso ha dejado a muchos de los migrantes, la mayoría de los cuales lidia con los problemas económicos causados ??por la pandemia del coronavirus, esencialmente apátridas, frente a un callejón sin salida y sin saber qué vendrá después.

Los expertos en inmigración dicen que la incapacidad de Chile para integrar a los extranjeros después de su llegada tuvo la consecuencia involuntaria de mantener a la mayoría de los haitianos al margen de la sociedad y hacer que miles de personas se rindieran y empacaran sus maletas para Estados Unidos.

"Si no tienes [una identificación válida], no puedes hacer nada", dijo Charlancia Remy, una haitiana que trabaja en una oficina municipal en Santiago ayudando a los migrantes a acceder a los servicios públicos. "Cuando le abres la puerta a un inmigrante que llega al país, pero luego no le das los documentos que necesita para estar en el país, básicamente le estás diciendo que se vaya".

Para Estados Unidos resultaba un problema que Kast ganara la elección.

Más de 47 mil haitianos fueron detenidos en la frontera sur de Estados Unidos en el año fiscal 2021, que finalizó en septiembre, frente a los cuatro mil 500 en 2020 y dos mil en 2019, de acuerdo con la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, la mayoría de los que hicieron el viaje habían estado viviendo en Chile o Brasil.

El gobierno de Biden, tomado por sorpresa por la llegada de hasta 16 mil haitianos a Del Rio, Texas, en septiembre, ahora está usando políticas de la era Trump como el programa Permanecer en México, que permite a los funcionarios expulsar migrantes a México.

Muchos no habían vivido en Haití durante años. Chile se ha negado por ahora a aceptar vuelos de los haitianos deportados de Estados Unidos.

Otros han llegado hasta México y están tratando de obtener asilo para poder moverse libremente y continuar hacia Estados Unidos. México ha visto un récord de 123 mil solicitudes de asilo en lo que va del año, encabezadas por haitianos que representan casi el 40% de todos los casos. La mayoría de esos reclamos probablemente serán rechazados ya que la mayoría de los haitianos son migrantes económicos, dijo Enrique Vidal, del Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova, una organización sin fines de lucro pro-migrantes en México. Él prevé que México eventualmente los deportará de regreso a Haití.

Entre los atrapados en México se encuentra Karl Fenix, de 30 años. Dijo que se habría quedado en Chile si no hubiera sido por su incapacidad para renovar su visa. En cambio, se fue a los Estados Unidos en agosto con su novia embarazada, Maritza, caminando por la jungla y soportando tres robos.

Ahora, en la ciudad fronteriza de Tapachula, en el sur de México, la pareja pasa sus días esperando solicitudes de asilo hechas al gobierno de México y luego planean dirigirse a la frontera de Estados Unidos.

Les queda poco dinero y Fenix ??ahora trabaja vendiendo ropa a otros haitianos para sobrevivir. Fenix ??dijo que estaba devastado cuando el gobierno de Biden comenzó a deportar a los haitianos de regreso a su país, pero reza para que se le permita ingresar a Estados Unidos.

"Hay que tener fe", dijo. "No quiero que mi hijo nazca aquí".

El aumento de migrantes haitianos y venezolanos ha endurecido las actitudes entre los chilenos sobre la inmigración. Una encuesta de octubre de Cadem dijo que 56% de los chilenos consideraba que la inmigración era mala para el país, frente al 31% en 2018. Alrededor de 70% de los chilenos apoyan leyes de inmigración más estrictas, según la encuesta.

Chile no está solo en esa experiencia. En Europa, que ha sido testigo de un aumento de los movimientos políticos contra la inmigración, las naciones que vieron grandes aumentos en la inmigración de 1988 a 2017 enfrentaron una reacción pública contra los extranjeros a corto plazo, según un estudio de julio publicado por la University of Cambridge. Esa hostilidad hacia los inmigrantes se desvanece después de aproximadamente una década a medida que las personas se acostumbran a los cambios demográficos, encontró el estudio.

Widken Maxeus llegó a Chile procedente de Haití en 2016 y dos días después consiguió un trabajo en una empresa cervecera. Dijo que sentía que había un futuro aquí para su familia, incluida una niña nacida en Chile.

Luego perdió su trabajo durante la pandemia, lo que llevó a la familia a mudarse a un barrio polvoriento que es el hogar de haitianos en apuros. Lejos de los restaurantes de moda y los elegantes apartamentos de la ciudad, unas 400 familias haitianas construyeron pequeñas casas con techo de hojalata sin agua corriente cerca del borde de una vía férrea, llamando al vecindario Villa Dignidad o Dignidad.

En los últimos meses, Maxeus observó a unas 100 familias haitianas en su vecindario que huían hacia Estados Unidos. Maxeus también pensó en irse a Estados Unidos, pero finalmente decidió que era demasiado peligroso.

Hoy, el éxodo haitiano de Chile se ha detenido, dicen los funcionarios y los migrantes, porque la gente teme ser deportada de regreso a Haití. En Villa Dignidad, los hablantes de francés y criollo realizan trabajos ocasionales durante la semana y asisten a la iglesia los domingos. Recientemente, celebraron la boda de un vecino, bailando y riendo mientras sonaba la música pop.

"Se quedarán hasta que haya otra oportunidad de irse", dijo Maxeus.




Fuente: sentidocomun.com.mx