Apenas este jueves 22 de mayo, el partido Morena lanzó otro de sus dardos envenenados: “Por presunta ‘opacidad’, propone Morena desaparecer el Fonden”, dice la nota. La diputada Dolores Padierna anunció que, a nombre de su bancada parlamentaria,

presentó una iniciativa de ley que contempla la desaparición del Fondo de Desastres Naturales (Fonden) y de otros 43 fideicomisos, con el fin de hacer frente a la crisis de salud que ha generado la pandemia del COVID-19 en México. “Presento una iniciativa… que tiene el propósito de extinguir los fideicomisos… pero no se suspende el objeto de su creación”, detalló Padierna en su exposición. Es decir, desaparezco los fideicomisos con los fondos para que operen los programas, pero no desaparezco los programas. ¿El Fonden no desaparecería, pero sí el dinero con el que el gobierno federal apoyaba a los estados y municipios que son víctimas de terremotos, de inundaciones, de sequías? No tiene lógica: dejo de pagar la electricidad en mi casa, pero no desaparece la electricidad… ¿aunque me la corten? Por fortuna, la misma Padierna salió al día siguiente a decir que retiraba tan descabellada propuesta, debido a que recibió muchas críticas. Bueno, pero si este despropósito de los “morenos” no prosperó, muchos otros en cambio, sí han prosperado, y decir esto significa que los han impuesto no sólo en contra de opiniones generalizadas, también en contra de los supuestos “principios” e “ideales” que ellos decían que tenían antes de entrar a gobernar, pero incluso violando la propia Constitución con modificaciones antidemocráticas y autoritarias. O bien, imponiéndolas por la pura voluntad del presidente López Obrador sin más.
Me permito citar algunas de estas medidas que se han metido con calzador en la vida nacional, sin otro sustento legal o social que el mero propósito de acumular más poder por parte del grupo que gobierna a México en la actualidad, y para eternizar su dominio. Veamos:
¿Quién no recuerda la desastrosa desaparición de las estancias infantiles, que se trató de justificar con el débil argumento de que “ahí había corrupción” y malos manejos del dinero que se les entregaba? Pasó lo mismo –y bajo los mismos argumentos- con los comedores comunitarios y con los fondos que iban a dar a los asilos de ancianos y a los centros que atendían a mujeres y familias víctimas de violencia familiar. En lugar de establecer mecanismos contables y de supervisión para impedir los supuestos robos, el dedo flamígero del profeta decretó la simple desaparición de estos instrumentos que eran tan valiosos para millones de madres trabajadoras, quienes ahora “pasan las de Caín” para ver a sus hijos siendo cuidados con terceras personas sin capacitación, en el mejor de los casos o, en el peor, dejándolos solos en casa mientras mamá regresa del trabajo.
También con el huachicoleo. Para impedir el robo de combustible en los ductos de Pemex, ¿qué? ¿Se dispusieron patrullas con las fuerzas federales ahí donde se sabía que se cometía este ilícito? No, lo que se vio como solución a este mal, fue el cierre de los ductos, con lo que se provocó el desabasto durante semanas, de gasolinas y de diésel en todo el país, medida con la que se afectó a miles de automovilistas y transportistas que tuvieron que hacer kilométricas colas para conseguir unas cuantas gotas, cuando se conseguía.
Y el Seguro Popular, que no fue sustituido de inmediato por ninguna otra institución, fue desaparecido también, y no fue sino hasta meses después cuando se “formó” otra estructura, el Insabi, que no sin sino puras improvisaciones y que a la fecha no cuaja ni mucho menos ha demostrado todavía que sea superior al Seguro Popular. Otra vez, las masas del pueblo trabajador pagaron los platos rotos.
Otra afrenta al pueblo humilde: a fines de noviembre pasado, los diputados de Morena impusieron la voluntad del señor López Obrador, y aprobaron, arropados por una considerable fuerza policial y por la Guardia Nacional, un presupuesto de egresos en el que desaparecieron el Ramo 33 y otros rubros, lo que significó la cancelación de programas de apoyo al campo, así como la posibilidad de que las comunidades pobres contaran con recursos para electrificación, agua potable, drenaje, clínicas de salud, empleo temporal, etcétera.
Por otro lado, lo que significó la reforma de la extinción de dominio, fue un verdadero atropello: la cancelación por decreto, de varios derechos constitucionales, como la presunción de inocencia y el derecho a la propiedad, pues con esta disposición cualquier juez puede ordenar la confiscación de las propiedades de un presunto responsable, antes de ser declarado culpable, y con la facultad de no regresarle sus bienes.
Igualmente, mientras que el pueblo de México se encontraba preocupado en seguir las recomendaciones para no contagiarse en la pandemia, los diputados de Morena se reunieron para sacar adelante una iniciativa de ley, que ahora como ley ya publicada, los faculta a buscar su reelección y, por si no fuera suficiente, continuar en el puesto cobrando, legislando, al mismo tiempo que hacen campaña electoral.
Hay muchos otros ejemplos de cómo el gobierno de la “cuarta transformación” ha obrado durante estos 18 meses para sostenerse en el poder y aun eternizarse en él, por la vía de aparentar que combate férreamente a la corrupción, pero nadando en ella y regodeándose en una alberca de mentiras, de despropósitos y de imposiciones.
Pero dejo la cerecita del pastel para lo último. El presidente Andrés Manuel López Obrador, quien tiene todos sus pensamientos encaminados en consolidar su proyecto, pésele a quien le pese, atropelle a quien tenga que atropellar, se resistió durante mucho tiempo, a guardar las medidas recomendadas por la Organización Mundial de la Salud para impedir la propagación del contagio por la pandemia del Covid-19. En México crecía la incidencia de la infección, y él seguía haciendo giras por toda la república, y se burlaba de las precauciones saludando gente de mano, dando abrazos, mordiendo niños, y aun obligando a su vocero López-Gatell a declarar la babosada de que “la protección del presidente es su fuerza moral”, para tratar de justificar su falta de cuidados. Pero véanse las consecuencias: hoy en día, como resultado directo de esta política de aflojamiento y de falta de previsión, México es el tercer país con mayor índice de mortalidad por el Covid, porque mientras que el promedio de muertes por número de infectados en el mundo es de 6.8 por ciento, en nuestro país se mueren casi 12 personas por cada 100 de las que se enferman.
Como consecuencia natural de esta política de oídos sordos a todo lo que no provenga de esa dudosa “cuarta transformación” -que nadie sabe explicar qué demonios significa-, el gobierno federal no resuelve la solicitud, que es a estas horas ya un clamor nacional, de que el gobierno garantice la dotación de alimentos a los casi 80 millones de mexicanos que en esta crisis ya no tienen nada qué llevarse a la boca y que no están dentro de las tarjetitas del “bienestar”. La salida a esta profunda crisis que se va a recrudecer con los meses, no es otra que la unión y organización del pueblo trabajador, para que prepare la toma el poder de la República y a echar a andar, entonces sí, todas las medidas que garanticen la justicia y el bien de las masas explotadas.


Por Froilan Meza Rivera